A menudo nos sentimos tristes cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres.
Factores que generan tristeza
La pena y la desolación que se asocian a la tristeza son provocadas sobre todo por factores únicos o concurrentes como estos:
- Sentirse falto de amor, amistad, placer, motivación, comprensión o aprecio.
- La muerte o desaparición de un ser querido (duelo).
- El fracaso, la frustración, el síndrome de desgaste profesional o burnout, el derrotismo, la apatía.
- Perder el puesto de trabajo o no llegar a trabajar (desempleo).
- La injusticia.
- La culpabilidad.
- La soledad, la incomunicación, la falta de integración, el síndrome del nido vacío, la vejez.
- La partida, separación o divorcio de una persona estimada.
- El padecimiento y dolor por una enfermedad incurable.
- Enfermedades psíquicas endógenas o exógenas como la depresión, la depresión posparto, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno afectivo estacional.
La tristeza es necesaria como desahogo, pero debe controlarse para que no se prolongue y cause daño al volverse una patología o enfermedad mental crónica. Daniel Goleman explica que “las personas solas a menudo tienden a estar tristes… Por desgracia, dejarlos caer solo empeora su estado. La única estrategia que adoptan es quedarse solas…” “rumiando y ahogando el dolor”, algo contraproducente. La atención y la paciencia con la tristeza es la única manera de enseñar a las personas a salir de la soledad. Goleman sugiere dos alternativas positivas que recomiendan las terapias cognitivo-conductuales: “Una de ellas, aprender a controlar las emociones negativas para convertirlas en pensamientos positivos. La otra consiste en ocupar la mente con actividades placenteras”. Las teorías de las relaciones de objeto, sin embargo, sugieren la utilidad de permanecer en la tristeza: “Es importante transmitir a una persona que su tristeza es “aceptada” más fácilmente cuando se le ofrece un “apoyo emocional” para ayudar a superar esta tristeza”. Tal enfoque se alimenta de la creencia subyacente en que la pérdida (cuando se siente sinceramente) puede conducir a una nueva fase de vitalidad y a un re-compromiso con el mundo exterior.
Cuando algunas personas se sienten tristes, prefieren retirarse de su entorno y, gracias a ello, son más capaces de salir de ella. A expensas de los individuos que tienen su propia manera de curar su tristeza pueden pasar tiempo con otras personas o con una mascota o animal de compañía, o expresar esta tristeza de varias maneras, por ejemplo bailando, escribiéndola o creando arte. En todo caso, algunos de los mecanismos de adaptación y resiliencia incluyen buscar el apoyo de otros, pasar tiempo con una mascota o participar en cualquier actividad que le ayude a expresar ese sentimiento o a dar dimensiones agradables a la vida. Otras personas pueden ser temporalmente excluidas del entorno social siempre y cuando esto ayude a recuperarse de su decaimiento. Para los que padecen tristeza de un modo orgánico y patológico (es decir, originado por su organismo como enfermedad) existe también el tratamiento farmacológico.
¿Qué nos puede ayudar a aliviar la tristeza?
El contacto social con nuestros seres queridos. Aunque nos cueste mucho cuando nos sentimos tristes debemos “obligarnos” a rodearnos de nuestros seres queridos interactuar con los demás. Su apoyo es fundamental, para atenuar este sentimiento.
¡Y con la música a todas partes! Estudios psicológicos demuestran que el empezar el día con canciones alegres facilita una actitud positiva ante los acontecimientos cotidianos.
Ser conscientes de nuestros pensamientos y actitud negativa e intentar ponerle remedio. Para ello podemos recurrir a la práctica de alguno de nuestros hobbies.